viernes, 5 de junio de 2009

Reseña de Sopa china en la revista Alma Mater

DEGUSTACIÓN CON SABOR ORIENTAL

Por: Amilkar Feria Flores

La sopa es un plato tradicional en muchas culturas del mundo. Regularmente se degusta con prontitud para evitar que se enfríe antes de terminarla. Entre las muchas delicias que se han convertido en patrimonio gastronómico de la humanidad, la sopa china, por su enjundiosa aleatoriedad de ingredientes y exquisito sabor, goza de particular preferencia.

Pero no lo dejaría fabularse esquemas asociativos con dicha receta, sin antes advertirles que también se trata del título de un libro. Con el humeante aperitivo entre las manos (que tengo la suerte de saborear retrospectivamente, con solo deslizar mi índice por su índice), caigo en la cuenta de que mi avidez ha resultado vertiginosa frente a las 43 páginas de un pequeño, pero cuidadoso cuaderno de poesía.

Publicado por el sello editorial Unicornio, de la provincia de La Habana, el texto corresponde a la autoría de Marcel Lueiro Reyes, joven nacido en Ciudad de La Habana en 1977, y ganador, con esta compilación de ingredientes poéticos, del IX Premio Literario “Félix Pita Rodríguez” 2007.

“Sopa China”, plagado de minutas y filigranas semánticas, cuando no de fideos, por qué no, sorprende por asalto con una versatilidad temática de insospechados matices. Lo cubano y lo universal, lo frágil y lo efímero, en confrontación con lo ríspido y lo violento, contrastan en suspensión sobre el “caldo” de cultivo que las enlaza. Debo advertir, por sobre otras preferencias, la que el autor manifiesta por el género plástico, blanco sistemático de señalamientos, apropiaciones y personales interpretaciones de una manifestación estética que sabe conducir de modo particularmente sensible. Aquí están, sujetos con la sutileza de un buen espectador de la visualidad, Bourgeois, Jackson Pollock y Lam. Todo parece indicar, como para no quedarse maniatado en lo tocante a la ejecución del trazo plástico, que Marcel, con la complicidad de algún otro amigo, no pudo sustraerse a recrear, en la cubierta de su libro, una obra del norteamericano Jean Michel Basquiat.

Pero ya lo decía, son muchos los asideros que la sensibilidad atrapa en medio de cada trance existencial; Emiliano Salvador, probablemente sentado al piano de cualquier litoral cubano que evoque a Puerto Padre, también acompaña una velada de encuentros y amaneceres. Martí, Changó, la naturaleza cubana y del cubano, de Dios y el hombre mismo que lo creó, de filosos destellos filosóficos y aterradoras revelaciones, se abalanzan con ligereza de colibrí a rescatar al humano que pasa y, una vez concluido, repasa las páginas de este humeante tazón literario.

No obstante su formación como periodista, la libertad del verso olvida los tecnicismos del hombre de prensa, de las trampas y recursos que otro oficio pudieran hacer influir sobre alguien que parece haber probado mucha suerte, en otras ocasiones, con el lado de la pluma que informa de los acontecimientos más recónditos del espíritu. No lo conozco personalmente, pero si lo invitara a servir su sopa en una lata pintada por Andy Warhol, no creo que el poeta ponga reparos, porque, para la médula de sus propósitos, y sin que choque con el modo de servirla a la mesa, “a veces la poesía se traga una a una todas las palabras” .